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Cristina Rivera Garza cree que todos los libros son personales, pero dice que el suyo más reciente, El verano invencible de Liliana, “viene con una herida que aún está abierta.” La hermana de Rivera Garza, Liliana, tenía 20 años cuando fue asesinada en 1990 en su México natal. Se emitió una orden de arresto para el principal sospechoso, el exnovio de Liliana, pero él se dio a la fuga y el caso se desmoronó. En su memoria que desafía los géneros, Rivera Garza, ahora de 59 años, se embarca en una búsqueda para rastrear el archivo del caso de su hermana y finalmente encontrar al hombre que la mató. Espera que el libro, que ganó el Premio Pulitzer 2024 a la Mejor Memoria o Autobiografía, fomente la conversación global sobre la violencia de género y, en particular, sobre el feminicidio, cuando una mujer es asesinada por su género.
México comenzó a reconocer el feminicidio como un delito en el código penal en 2012. Rivera Garza atribuye leyes históricas como esas, así como la creación por parte de México de una oficina específicamente dedicada al feminicidio en la fiscalía general, a los esfuerzos de movilización feminista liderados por las generaciones más jóvenes de mujeres. “No habría podido escribir El verano invisible de Liliana sin el lenguaje que estos movimientos han acuñado en los últimos 10, 20 años,” dice.
Cuando Rivera Garza comenzó a escribir el libro, se centraba principalmente en buscar la definición legal de justicia para su hermana. Pero cuanto más investigaba y más tiempo pasaba, más se sentía cercana a otras familias que atravesaban las mismas experiencias y más se daba cuenta de que estaba participando en otras formas de justicia que eran igualmente relevantes e importantes, además de lo que pudiera obtener del sistema penal. Es fundamental, le recordó, que las mujeres perdidas a causa de la violencia sean reconocidas como seres humanos completos en lugar de simples estadísticas sombrías. “La justicia restaurativa es un proceso,” dice. “Es interminable, e implica la participación en la producción de esta memoria colectiva.”
Rivera Garza también navegó la relación entre el duelo y la traducción mientras escribía Liliana. “Creo que el inglés resultó ser una especie de amortiguador con la experiencia que estaba tratando de explorar,” dice. “Experimenté la pérdida de mi hermana en un idioma diferente. Escribir la historia, o secciones de la historia en inglés, me permitió un cierto tipo de protección.”
Recientemente, tras una residencia de escritor en Berlín, Rivera Garza está dirigiendo un programa de doctorado en escritura creativa en español en la Universidad de Houston. Ella considera el programa, el primero de su tipo en los EE. UU., como una forma de activismo para dedicar más recursos a las obras traducidas y al idioma español. El segundo idioma más hablado en los EE. UU. aún necesita sus campeones.
—Reportando en español por Israel Meléndez Ayala
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